Como muchos de ustedes saben, estos días no han sido fáciles para la Revista Nexos. Ni para quienes trabajan haciéndola, ni para sus lectores. Aún nos estremece un asombro triste. Por eso quiero dejarles aquí una historia que nos haga repensar esta emoción y seguir andando.
Ilustración: Gonzalo Tassier
A los setenta y un años, la mujer cuyo consejo quiero dejar aquí, aún tenía la sonrisa infantil y el espíritu audaz de quienes todos los días le descubren un prodigio a su destino.
Cuando esta historia empieza yo tenía cuarenta y tres años y estaba de visita en casa de mi madre. Durante la comida ella nos dijo que su amiga Aura, monja por azar y destino, la llamaría en la tarde. Iba saliendo de un accidente que la hubiera dejado paralítica para siempre si su empeño no la pone a luchar con toda clase de aparatos y terapias hasta conseguir moverse despacio, apoyada en un bastón y en el deseo ingobernable de bastarse a sí misma.
Movida por la curiosidad que aún me persigue, cuando mi madre contestó el teléfono de su dormitorio yo levanté el de la sala para oír la voz de esa amiga mítica que no alcanzó a ser bonita, ni rica, como para casarse, pero que aún siendo monja se rizaba las largas pestañas de aguacero, “para no molestar a los demás”. -¿Qué cómo estoy?- la oí responder a la pregunta de mi madre interesada en saber de su salud y su estado de ánimo: -Muy bien ¿Cómo he de estar? Si la vida es una fiesta.
Con semejante axioma como un tesoro, yo dejé de oír la conversación y me senté en el suelo tibio, entre las plantas de un patio que mi madre metió a su casa como quien mete un pedazo de jardín. Estuve ahí un rato, sintiendo a los niños jugar con el perro, mirándome los pies y contándome los hilos que a las mujeres de mi familia les aparecen en las piernas después de cierta edad. “Así se empieza”, me dejé pensar.
Un pedazo de sol entraba por el hoyo en el cielo que ilumina el patio y todo, hasta el aire ardiendo del mayo sin lluvias, me resultó sosegado y hospitalario como debe ser siempre la vida.
Cuando quería elogiarme, la entonces reciente antropóloga Guzmán, que era mi madre, elogiaba la sabiduría con que elijo a mis amigas. Ese día me tocó devolverle el piropo. Al terminar su conversación con Aura Zafra me sorprendió divagando en su patio, y antes de oír su mirada de “¿qué haces ahí perdiendo el tiempo?” le dije:
—Cualquiera pensaría que su respuesta es la de una corista en mitad de un espectáculo.
—Así es Aura— contestó ella.
—Es una maravilla— dije yo.
Medio coja, medio vieja, medio pobre, medio encerrada, y nada tonta, esa mujer considerando que la vida es una fiesta, quiso decir lo obvio: que tenía la fiesta dentro y buscaba las razones para tenerla.
¿Qué cantidad de trabajo y talento habrá que dedicarle a este empeño?, me pregunté viéndola tan lejos de mi edad. Yo no me lo prometí, pero pensé que sería una faena difícil llegar a los setenta y un años dispuesta a hacer la misma declaración. Vivir hasta los cuarenta y cinco y luego los sesenta y hasta los setenta y uno sin cederle terreno al tedio y la desesperanza.
—¿Cómo le hace?— le pregunté a la reciente antropóloga Guzmán.
—Dice que abriendo ventanas— contestó mi madre.
—Y eso ¿qué quiere decir?
—Cuando se lo pregunté me contestó que lo pensara yo— dijo la antropóloga.
Ángeles Mastretta
¿Están completamente seguros de que AMLO no son las siglas de Andrés Maduro López Obrador?
El mundo va por energias limpias y aqui construimos la refinria dos bocas
Es una perrada lo que le están haciendo a nexos. Cada día descubrimos más lo autoritario e ineficiente de este gobierno. Que nadie le ha dicho al Presidente que existe el derecho de expresión. Estoy consternada por lo que están pasando.
Leo Nexos desde tiempos inmemoriales ha sido parte de mi vida, era muy joven cuando alguien la llevo a mi casa, quizá mi padre. En uno de mis libreros se apila una larga colección de varios años de sus primeros números, que me rehúso a tirar cada que escombro mi biblioteca.
Que los vientos del autoritarismo no los toquen.
Qué despotismo más poco ilustrado hay en el Gobierno mexicano.
Lo felicito Jaramillo. No hubo de esperar los 6 años para que se diera cuenta.
Hermoso, melancólico, dejemos abierta la ventana…. Nadie puede apagar la libertad…. ni con multas absurdas, ni con odio y resentimiento….
Espléndido como tú, Ángeles…
Maravilloso relato, tan cierto, la vida es una fiesta.
Pues sí Angeles,abrir ventanas y puertas y portones. Que la verdad verdad es, aunque se diga al revés. Y eso pensé cuando leí el correo sobre los verdaderos números de la pandemia de Milenio del Dr. Aguilar. Por muchas cosas y explicaciones graficadas que nos de Mister Higgins, vemos y vivimos la realidad que no le corresponde. Acabarán dándonos la dieta del día siguiente a las 19 Hrs. Con toda la elegancia y buen decir de Leslie Howard. Un abrazo.
Esa es actitud de vida. Así es que abramos la venta y vivamos esta fiesta.
Gracias, queridas, por la compañía. Besos
Maravilloso! Hay que ver a la ventana y bailar porque la vida es una fiesta! Todos con Nexos!
La vida es una fiesta 😍
Hay una canción llamada “a la ventana Carolina” …”Que a lo mejor te ha hecho falta echarle un ojo a la ventana Carolina
para que comprendas que tu dirección será por tu naturaleza, ya ves que el rió se dirige a donde pone coordenadas el planeta”
que texto tan hermoso. Es la primera vez que entro a la página de Nexos y lo hice por rebeldía, por llevarle la contraría a la estupidez gubernamental. Ahora me felicito porque me abrió una ventana. En unos días cumplo 74 años y sí, la vida sigue siendo una fiesta